Hablemos de Hegemonía

 




La pregunta parece ser clara. ¿Tendremos un proceso regresivo a una llamada ‘’hegemonía’’? La respuesta es más compleja y me gustaría ahondar en otra entrada sobre los conflictos internos de morena y la 4T, pero por ahora, es preciso remontar la historia.

En las elecciones de 1964, Díaz Ordaz y el PRI, ganaron con 88.81 % de las votaciones. Del congreso que se conformaba por 210 diputados (hombres), 178 eran del PRI, 20 del PAN, 9 del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y 5 del Partido Popular Socialista (PPS), los dos últimos, partidos satélites del PRI. Asimismo, de las 924 diputaciones a nivel federal y local, solo perdió 10, o sea, el 1%. En el Senado, tuvieron 60 de 60, es decir, tenían todos y cada uno de los escaños.

En 1970, Luis Echeverría y el PRI, nuevamente ganaron con poco más del 80.1 %, quedándose nuevamente con 170 diputaciones, 20 el PAN, 10 el PPS y 5 el PARM. Lo anterior, dejó al PRI con 84.33% de representación en el congreso. En el senado, nuevamente 60 de las 60 senadurías. En 1976, José López Portillo (PRI), por primera vez acaparó el 100 % de las votaciones, ya que PPS y PARM, apoyaron al candidato oficial como era tradición. El PAN, no pudo nominar ninguna candidatura. Aquí anoto que, un millón de votos nulos eran de Valentín Campa, cuyo nombre no apareció ni en la boleta. Así, sexenio tras sexenio, fue regla. El PRI con Miguel de la Madrid en 1982, arrasó con 74.86 %, 300 de 400 diputados y 64 de 64 senadores. En 1988 tras el fraude, Salinas de Gortari se declaró ganador con 50.36 %, el PRI ganaba 260 diputaciones y 60 de los 64 escaños. En otras palabras, la ausencia de un auténtico sistema de partidos y la inexistencia de elecciones competitivas eran los sostenes de la hegemonía del PRI.

Fotografía: @claudiashein











Hoy, luego de 95 años de monopartidismo, la estructura de poder es muy distinta. México antes del nuevo Poder Judicial, tenía a un Ejecutivo acotado, incluso parecía frenado por el Judicial que militó abiertamente y a todas luces en una oposición que rechazaba las reformas que impulsaban morena y la cuarta transformación, al tiempo que defendían ofensivos privilegios y un estado de excesos y de falta de justicia ante la liberación de criminales. Hoy, quienes hablan de ‘’sobrerrepresentación’’, tendrían que dar un vistazo al pasado, donde reinaba un totalizante partido de estado, que suprimía todo tipo de pluralismo. Finalmente, falta anotar que hoy en día, el gobierno no calcula el porcentaje de escaños que reciben los partidos, lo hace el Instituto Nacional Electoral desde aquella reforma a la constitución de 1996. Es resumen, son otros tiempos.








Hoy que triunfa Morena con una insuperable legitimidad y un partido nacido de un movimiento social, yo, más que ‘’hegemonía’’ y ‘’sobrerrepresentación’’,
 veo una sociedad que dota del arma más poderosa que tiene, el voto de confianza, el voto de esperanza a un proyecto distinto para impulsar reformas y cambios urgentes. También veo una oposición que si quiere contrapesos, tendrá que construirlos a partir de sus escombros, cosa que no tendría nada de malo. Y es que su interés de impugnar la voluntad popular ante el Instituto Nacional Electoral, buscando recovecos jurídicos sin sentido, es seguir conectados a un tanque de oxígeno, que desde 2018, se encuentra vacío

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